Hace muchos años, después de haber alquilado vivienda por algún tiempo, Dios le regaló a mi mamá una pequeña casa en las afueras de la ciudad de Chiquimula. Era un área donde se fueron formando colonias en forma improvisada y rústica, es decir, sin los servicios que un residencial urbanizado ofrece. Allí viví los últimos años de mi niñez, toda mi adolescencia y gran parte de mi juventud hasta el día que me casé. Fuimos de las primeras familias en llegar al área en referencia, no teníamos luz ni agua potable, pero finalmente teníamos una casa, que aunque chica y sencilla, era nuestra y de la cual nadie nos podría sacar nunca más.
Recuerdo que estábamos rodeados de potreros donde abundaban los árboles y los arbustos, los que por la cercanía unos con otros formaban una especie de cuevas o casitas, que sumado a la imaginación de un niño se volvía un lugar “mágico”. No tardé en encontrar un lugar y destinarlo como mi escondite, al cual escapaba cuando mi mamá me quería corregir (aunque al regresar no me libraba de mi reprimenda) o cuando jugábamos a las escondidas con mis hermanos y vecinos, o cuando simplemente necesitaba estar sólo. Ese lugar secreto se convirtió muy pronto en el espacio donde empecé a adorar y a conocer íntimamente al Señor; cuando me faltó la afirmación y el abrazo de mi papá, fue en ese lugar donde pude conocer a Dios como mi Padre.
Los escasos recursos económicos de mi mamá no le permitieron poder comprarme una guitarra, así que mi voz se convirtió en mi instrumento y a mis doce años ya estaba componiendo canciones, producto de mi tiempo de intimidad con Dios en aquel lugar secreto.
Conforme fui creciendo y fueron cambiando las circunstancias, tuve que irme adaptando y buscando sitios donde pudiera tener un encuentro regular con Dios, algunas veces fue la iglesia, en horarios en que no había servicios. Mientras estudié interno en el seminario bíblico y luego que formé mi hogar, mi lugar secreto ha sido mi habitación.
Debo admitir que en algún momento de mi vida dejé de practicar este hábito a consecuencia de tantos viajes; lo cual trajo frutos tristes para mí y para mi familia, de lo cual compartiré en un capítulo en particular. Pero el regreso a mi lugar secreto ha renovado mi amor por el Señor y ha despertado un deseo ardiente de ser amigo del Espíritu Santo y junto con ello hubo un cambio radical en mi manera de ministrar y de mi carácter.
Si somos honestos todos tenemos un lugar secreto, sea para bien o para mal; un lugar donde buscamos a Dios o donde nos escondemos para practicar algún pecado. De igual manera, todos tenemos una agenda, sea para bien o para mal, horarios donde, o buscamos a Dios o practicamos el pecado. En el mejor de los casos, todos tenemos distintos lugares que hemos destinado para ciertos usos. Algunos tienen la televisión en la sala y cierto horario para ver las noticias o su serie preferida; un lugar para practicar un deporte o un instrumento, o para cocinar, comer, dormir y otros.
En el artículo Algo mejor que una buena imagen anterior te sugerí que hicieras una lista de tus hábitos, tanto buenos y malos. Si haces un análisis consciente de ellos notarás que la mayoría de estos se formaron en un lugar en particular. Es por eso que cuando hablamos de los hábitos de un verdadero adorador, debemos comenzar con «el lugar secreto«.
El primer hábito que David desarrolló fue tener un lugar secreto en donde encontrarse periódicamente con Dios. Este hábito en particular es la base de los 21 que descubriremos mientras lo estudiamos.
Cuando Samuel llegó a la casa de Isaí para ungir al nuevo Rey de Israel, toda la familia estaba reunida a excepción de David. Los siete hermanos de este, a la vista humana, eran aptos para el liderazgo; sin embargo, David humanamente estaba descalificado, incluso por su mismo padre. Así que el único lugar adecuado para él era el campo junto a las ovejas.
«Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí”. (I Samuel 16:11)
Este es mi punto:
Mi lugar secreto determina mi influencia en público.
Para Isaí su hijo David solo era apto para cuidar ovejas; no consideraba que tuviera posibilidades de ser elegido como rey. Por eso ni siquiera lo tomó en cuenta para que estuviese en tan importante reunión familiar.
David en lugar de ver lo negativo de ser menospreciado, vio una gran oportunidad. Estando en el campo, solo y sin el ruido de la ciudad, aprovechó para conocer íntimamente a Dios. Allí aprendió a adorar en espíritu y en verdad, a escuchar a Dios, a amar y obedecer su ley. Fue allí donde se hizo un gran músico y un gran hombre de guerra. Fue en su lugar secreto donde su corazón fue afinado al tono del corazón de Dios; fue allí que Dios se convirtió en su mentor, su entrenador y su mejor amigo; y de allí fue llamado para ser ungido como rey de Israel. En ese lugar secreto también fue llamado para ir a tocar para Saúl al palacio real.
«Entonces uno de los criados respondió diciendo: he aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él. Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas”. (I Samuel 16:18-19)
Fue al lugar secreto que también regresó para ser restaurado, cuando cometió un gran pecado. «He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”. (Salmo 51:6)
Fue en el lugar secreto donde David se volvió un verdadero adorador y donde recibió una gran autoridad. La influencia que David ejerció durante toda su vida, fue determinada por su lugar secreto.
Sin lugar a dudas, tener un lugar específico en donde buscar íntimamente a Dios de manera consistente, es el primer hábito que todo verdadero adorador debe desarrollar. Con solo el hecho de llegar y permanecer unos minutos en silencio en ese lugar y a una misma hora, empezará a ocurrir un cambio significativo en tu vida.
Ahora que sabes que el lugar secreto determina tu influencia en público, permíteme sugerirte algunas aplicaciones:
- Busca en tu casa un lugar que puedas destinar para tu “lugar secreto”. Puede ser tu habitación, el jardín, la terraza, el garaje, la oficina, el clóset, o bien podría ser tu vehículo donde te estaciones en un lugar apartado o el parqueo de la empresa donde trabajas.
- Elige una hora para tu reunión con Dios.
- Pon en tu agenda un lugar y una hora. Programa alarma en tu teléfono móvil para que te recuerde tu cita con Dios.
Dios ama tener intimidad con sus hijos, es allí, en ese lugar secreto, donde podemos ser transformados. Él, como buen Padre, desea corregirnos en privado, no en público. Es en privado donde nos revelará los más grandes misterios y lecciones, que harán de nosotros personas extraordinarias. Es estando expuestos a Su Presencia que podemos participar de su Deidad, al recibir el poder y la autoridad para ser los entes transformadores de nuestras comunidades.
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