La pandemia del coronavirus tiene a países enteros en cuarentena. En Guatemala a la fecha llevamos un mes de estar en casa, al menos los que no ejercen una profesión indispensable. Quédate en casa ha sido el mensaje que el gobierno, medios de comunicación, lideres, artistas y todo tipo de personas que de alguna manera ejercen influencia han tratado de comunicar a la población.
A decir verdad, quedarnos en casa ha sido uno de nuestros deseos después de largas jornadas de trabajo, en medio de un ciclo escolar que se ha vuelto tedioso, en tiempos de guerra, después de un largo tiempo en un hospital, en medio de un largo viaje, etc. ¿Quién no añora su casa en una circunstancia como estas? Bien diría una canción “No hay sitio bajo el cielo más dulce que mi hogar.”
Sin embargo, quedarnos en casa por un largo tiempo y porque no hay otra alternativa se vuelve un tanto desesperante y estresante. Aquello que tanto hemos deseado, bajo otras circunstancia, ahora tiene el potencial de deprimirnos y de sacar lo peor de nosotros si no tenemos cuidado.
Dios, en más de una oportunidad también a dicho: Quédate en casa, y siempre ha tenido un propósito cada vez que lo dice. Cuando se propuso liberar a su pueblo Israel de la esclavitud de Egipto tuvo que enviar 10 plagas, algunas de las cuales le tocó padecer a su pueblo juntamente con los egipcios. Pero hubieron otras, en particular la ultima, que Dios hizo una especie de cordón sanitario para librarlos. No salgan de casa, permanezcan en su territorio fue el mensaje que Dios pronuncio a través de Moisés.
Viene a mi mente otro caso en que Dios dijo: quédate en casa. Cada 50 años, Dios ordenó que su pueblo dejara descansar la tierra. En el año de jubileo nadie debía sembrar, se perdonaban las deudas, los esclavos eran liberados y las heredades que habían sido vendidas volvían a sus dueños originales. En ese año de cuarentena el país entero descansaba de sus afanes, solo podían recoger lo que arboles producían naturalmente.
Hay sin duda muchos más casos en los que Dios dijo: quédate en casa, pero hoy quiero enfocarme en este en particular.
He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. (Lucas 24: 49-50)
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. (Hechos 1:6-9)
Este es mi punto:
Quedarse en casa es una oportunidad para enfocar nuestro corazón en Dios.
Jesús había estado con sus discípulos durante más de tres años, lo habían visto hacer milagros y habían escuchado sus enseñanzas, lo cual hizo nacer en ellos la esperanza de la restauración de su nación Israel. Pero de pronto sus sueños se desvanecieron cuando su Mesías fue crucificado. Esa misma esperanza vuelve a renacer tres días después con la resurrección de Jesús. Y la pregunta salta sobre la mesa de nuevo: ¿Restaurarás el reino de Israel en este tiempo?
La respuesta de Jesús no fue la que los discípulos esperaban: “no les toca saber a vosotros saber los tiempos”… Así de sencillo, hay cosas que a nosotros no se nos está permitido saber, como el hecho de saber cuándo vendrá de nuevo nuestro Señor. Luego Jesús los vuelve a enfocar en aquello a lo cual sus discípulos debían estar centrando sus pensamientos y planes: “quédense en Jerusalén hasta que reciban el Espíritu Santo”.
El sueño de los discípulos eran que Jesús restaurara la gloria de Israel, algo muy bueno y noble quizá, pero con una vision muy limitada. Los planes de Jesús no eran solo Israel, sino el mundo entero. Pero para ello sus discípulos debían comprender la vision de Jesús y recibir el poder sobrenatural para lograrlo. Para ello era necesario esperar en casa.
Luego vieron a Jesús ascender al cielo y en seguida volvieron a Jerusalen, donde obedientemente esperaron en oración la venida del Espíritu Santo. Dias después Dios los recompensó haciéndolos protagonistas de un gran avivamiento, en medio del cual nació la Iglesia.
Sin duda alguna, esta cuarentena nos ha hecho poner en pausa nuestros planes, sueños y metas. Quedarnos en casa puede sacar lo peor de nosotros pero también lo mejor. Dependerá de la actitud que tomemos. Si tomamos la acritud de reclamar, dudar o de estar haciendo las preguntas incorrectas no le sacaremos lo mejor a este tiempo. Pero sí por el contrario tomamos la mejor actitud, sin duda alguna saldremos mejorados de esta temporada.
Mientras nos quedamos en casa estamos preservando nuestra salud y la de nuestras familias, pero sobre todo, es una oportunidad para enfocar nuestro corazón en Dios. Soltar nuestros planes y alinearnos a los planes de Dios.
Este es un tiempo para soltar el egoísmo, dejar de pensar en nosotros y pensar en los demás. Al igual que en el año del jubileo, esta temporada es propicia para soltar a nuestros presos, perdonar a quienes nos han ofendido o tienen algún tipo de deuda con nosotros. Ahora es cuando también debemos restituir a quienes hemos defraudado, ya sea de palabra o de hecho.
Este tiempo de quedarnos en casa es propicio para que la Iglesia del Señor vuelva a lo básico, a la Escritura y a la total dependencia del Espíritu Santo y, así volver a ser la Iglesia que Él diseñó.
Ahora que sabes que quedarse en casa es una oportunidad para enfocar nuestro corazón en Dios, quiero animarte a aprovechar este tiempo para volver a Dios de todo corazón. Acá algunas sugerencias:
1. Establece un horario para orar y leer la Biblia.
2. Escribe lo que percibes mientras lees.
3. Has una lista de personas que tienen algún tipo de deuda contigo, ora por ellos y permite que Dios te dirija en dirección al perdón.
4. Considera si hay personas a quienes les has hecho algún tipo de agravio y restitúyeles.
5. Ora intensa y prioritariamente porque Dios te envista del poder del Espíritu Santo. No salgas de esta cuarentena sin ser lleno del poder de Dios.
Muchos grandes hombres de Dios, en las ultimas décadas han estado diciendo que viene un gran despertar y quizá el ultimo avivamiento antes de que Jesús vuelva por su Iglesia. ¿No será que Dios ha permitido esta eventualidad para que su pueblo este en casa pidiendo ser llenos de su poder para luego salir a ser la Iglesia que Él desea que seamos? Estoy seguro que si mientras nos quedamos en casa enfocamos nuestro corazón en Dios, al salir de nuevo seremos la Iglesia que Jesús soñó, una Iglesia que hace huir las puertas del infierno, una Iglesia que manifiesta el Reino de Dios.
Descarga GRATIS una muestra de mi libro 21 Hábitos de un verdadero adorador haciendo clic en la imagen.
¿Qué piensas de este articulo?
0 comentarios